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EL ACORDEÓN ES UN INSTRUMENTO SENTIMENTAL Y SUFRE (Camilo José Cela)

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Archivo Barricada


Nadie atiende a la prudente marcha del mundo que rueda y rueda mientras orvalla sin principio ni fin: un hombre denuncia a otro hombre y después, cuando aparece muerto en la cuneta o a las tapias del cementerio, se le hace raro que le remuerda la conciencia; una mujer cierra los ojos para meterse una botella llena de agua templada por donde quiere y a nadie le importa; un niño cae por las escaleras y se mata, todo pasó en un abrir y cerrar de ojos; Rosicler sigue empeñada en meneársela al mono, cada día que pasa tose más, ¡mira que son teimas! Todos los Carroupos lucen una chapeta de amarga piel de puerco en la frente, a lo mejor tienen un abuelo jabalí del monte, cualquiera sabe. El ciego Gaudencio toca la mazurca Ma petite Marianne cuando quiere, no cuando se lo mandan, una cosa es ser ciego y otra muy distinta no tener voluntad, el repertorio de Gaudencio es variado, la gente es caprichosa y a veces no sabe ni lo que pide, ¿no ve usted que esa mazurca no se puede tocar más que en determinados y muy solemnes trances?, esa mazurca es como una misa cantada, que quiere su tiempo y lugar y también su lujo. El acordeón es instrumento sentimental y sufre cuando se le lleva la contraria, la gente ha perdido el respeto a todo, se conoce que vamos camino del fin del mundo. A Policarpo Portomourisco Expósito, el de la Bagañeira, le faltan tres dedos de la mano, se los segó un griñón en los montes del Xurés, un día que fue al curro con los parientes. Policarpo el de la Bagañeira vive en Cela do Camparrón, el piso de arriba de su casa se hundió cuando fuera de la muerte de su padre y entonces se le escaparon tres donosiñas amaestradas, obedientes y bailonas. Policarpo el de la Bagañeira se las arregla bien con el dedo pequeño y el gordo de la mano derecha, a todo se acostumbra uno, Policarpo sube de vez en cuando hasta la carretera, en el ómnibus de Santiago siempre van dos o tres curas comiendo avellanas y pan de higo, tienen cara de brutos, van mal afeitados y se ríen por lo bajo con mucho misterio y complicidad, antes de la guerra los curas que viajaban en ómnibus comían chorizo y regoldaban y se peían con estruendo y entre grandes carcajadas. Don Mariano Vilobal fue el cura más famoso por sus ventosidades tanto por arriba como por abajo, en toda la provincia no había quien le igualara, don Mariano murió a poco de empezar la guerra, se subió al campanario a arreglar la campana, se le fue un pie y se partió la nuca contra las sepulturas del atrio. Don Mariano, cuando comía bien, era capaz de estarse tirando regüeldos y pedos durante seis horas o más.
—¡Éste por los infieles!

—¡Pare ya, don Mariano, que se va a herniar!

—¿Herniarme yo? ¡Ni que fuera maricón! ¡Y este otro por los

protestantes, menudos cabrones! ¡Muera Lutero!

Camilo José Cela
Mazurca para dos muertos



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