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PARA ESO ES EL LUTO, BOTARATE (Miguel Delibes)


El luto es para recordarte que tienes que estar triste y si vas a cantar, callarte, y si vas a aplaudir, quedarte quieto y aguantarte las ganas, que yo recuerdo el tío Eduardo, cuando lo de mamá, en el fútbol, como una piedra, igual, ni en los goles, fíjate, que llamaba la atención, y si alguno le decía, “¿pero tú no aplaudes, Eduardo?”, él, enseñaba la corbata negra y sus amigos lo comprendían muy bien, ¿qué te crees?, “Eduardo no puede aplaudir porque está de luto”, decían, y todos conformes, a ver, para eso es el luto, botarate, para eso y para que lo vean los demás, que los demás sepan, con sólo mirarte, que has tenido una desgracia muy grande en la familia, ¿comprendes?, que yo ahora, inclusive gasa, que no es que me vaya, entiéndeme, que negro sobre negro cae fatal, pero hay que guardar las apariencias. Claro que estas leyes para ti no rigen, ni por supuesto para el zángano de tu hijo, que ahora te toca recoger lo que has sembrado, natural, los niños ya se sabe, lo que oyen en casa, a ver, menudo sofocón me hizo pasar ayer. Pero yo tengo la conciencia muy tranquila a este respecto, Mario, que cuando murió tu madre, me acuerdo como si fuera hoy, ni a sol ni a sombra, no te dejaba en paz, “llora, llora, que luego eso sale y es peor; anda, llora” y tú callado, como si no fuera contigo, hasta que saltaste, “¿por la costumbre?”, que tampoco son formas, me parece a mí, que me dejaste parada, la verdad, que yo iba con la mejor intención del mundo, te lo juro, y si te decía que llorases era por la misma razón que no dejo bañarse a los niños después de comer, que parece como que una fuese una estrambótica y una rara. Lo lógico, cuando a uno se le muere la madre es llorar, que ya me viste a mí, que no es hablar por hablar, no me consolaba con nada, ¡qué temporadita, cielo santo! y tú ni caso, palmaditas en la espalda, y besitos sin ton ni son, eso, lo menos comprometido, ni siquiera hacerme el amor, que dice Valen que en las desgracias eso consuela, que yo en la inopia, que a inocentona y a ingenua no me gana nadie, lo comprendo, que parezco tonta.


Cinco horas con Mario
Miguel  Delibes
 
 
 
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