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RAMÓN MARÍA DEL VALLE INCLÁN

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Nacido en la localidad pontevedresa de Villanueva de Arosa en 1866, y muerto en Santiago en 1936, Valle-Inclán es uno de los autores más importantes de la literatura española del siglo xx. Sabemos que abandonó las aulas de Derecho en Compostela, decidido a seguir su vocación de letraherido. En torno a 1890 afilaba su pluma en Madrid, animado por los modernistas. Dos años después, ya era conocido por sus publicaciones periódicas en la prensa de la época. Viajó por entonces a México, y a su regreso publicó Femeninas (Seis historias amorosas). En 1902 salió de imprenta Sonata de Otoño, obra que consolidó su fama literaria. En el cauce que lleva desde el esteticismo modernista al expresionismo, Valle-Inclán modificó su posición política y vital. Dicha transición lo llevó desde un carlismo sincero, cuyo probable encanto era el de las viejas catedrales, hasta un anarquismo de matiz colectivista, más propio de las vanguardias posteriores a 1917. En todo caso, la originalidad del personaje impide consolidar etiquetas permanentes, tanto en lo ideológico como en lo estético.
Hablando de estética: se sabe que en 1915 fue catedrático de dicha disciplina en la madrileña Escuela de Bellas Artes. Inquieto, incluso rebelde en su extravagancia, el escritor diseñó el esperpento como fórmula cabal de su juicio crítico. Al distorsionar lo real, este género por él creado le permitía diagnosticar los males más íntimos de su sociedad, resaltándolos por medio del absurdo. Ejemplo definitivo del esperpento fue Luces de Bohemia (1920). La radicalidad de esta propuesta no fue comprendida por luminarias de la época, como Pérez Galdós, quien impidió que las creaciones de Valle fueran exhibidas en el Teatro Español.
Polémico, también perseguido durante la dictadura de Primo de Rivera, Valle-Inclán tuvo un respiro en tiempos de la Segunda República. Lo nombraron Conservador General del Patrimonio Artístico y director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Muy menoscabado en su salud, buscó reposo en Santiago de Compostela, donde pereció en 1936. A esas alturas, su bibliografía era toda una colección de hallazgos, merecedora de pasar a la posteridad.
Aparte de poemarios como El Pasajero (1920) y La Pipa de Kif (1919), la obra valleinclanesca consta de colecciones de relatos como Femeninas (1895) y Flor de santidad (1904). Sobresalen en este plano las cuatro entregas de las Sonatas: Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905). En 1926 el escritor inventó el subgénero que podríamos llamar «novela del dictador latinoamericano» con Tirano Banderas. En el campo teatral, el ingenio de nuestro personaje llegó a una cúspide similar. Dentro de los márgenes del esperpento, así lo demuestra el ciclo de las Comedias Bárbaras, formado por las obras Águila de blasón (1907), Romance de Lobos(1908) y Cara de Plata (1922). Mayor fama si cabe es la de Divinas Palabras (1920), donde la brutalidad de la España negra se convierte en materia artística. Otras piezas, como Los cuernos de Don Friolera (1921), Las Galas del Difunto (1926) y La Hija del Capitán (1927), editadas bajo el epígrafe de Martes de Carnaval, señalan la maestría dramática de Valle, surgida de un estado de constante inspiración y de afán implacable. Por lo demás, esta efusión esperpéntica también se deja sentir en las cuatro obras que agrupa el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte; a saber: Ligazón (1926), Sacrificio (1927), La rosa de papel (1924) y La Cabeza del Bautista (1924).



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