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"ULISES" DE JAMES JOYCE, EN LA TRADUCCIÓN DE JOSÉ SALAS SUBIRAT (M. Ángeles Conde-Parrilla)



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El presente estudio se centra en la primera traducción de Ulysses de James Joyce al español, realizada por José Salas Subirat en Argentina. Tras unas breves consideraciones biográficas, editoriales y traductológicas, pasaremos a examinar los problemas que la traslación de tan compleja obra conlleva, así como las solucionespropuestas por Salas Subirat, partiendo para ello del análisis microtextual de un extracto de «Calipso». Finalmente, una vez vistos los resultados, éstos serán sopesados con la imprescindible dimensión histórica de la versión argentina y con su importante papel en la recepción de la obra joyceana en el mundo hispánico.

Si bien realizó alguna traducción por encargo, como las de los textos infantiles Bach (1943) y Beethoven: el sacrificio de un niño (1949) para Anaconda, la labor traductora de José Salas Subirat se circunscribe principalmente a su traducción de Ulysses de James Joyce. Publicada en París en 1922, la revolucionaria novela del irlandés no pasó desapercibida en el mundo hispánico a ambos lados del Atlántico. En noviembre de 1924 Antonio Marichalar publicó en la española  Revista de Occidente «James Joyce en su laberinto», extenso e ilustrativo estudio que incluye su propia traducción de algunas secciones de los dos últimos capítulos. Similar doble abordaje fue el de Jorge Luis Borges, quien dos meses más tarde, en enero de 1925, sacó a la luz en la vanguardista Proa «El Ulises de Joyce» –reseña en la que habla de esta obra «con la vaga intensidad que hubo en los viajadores antiguos, al describir la tierra que era nueva frente a su asombro errante», pese a «no haber desbrozado las setecientas páginas que lo integran» (Borges 1925: 3)–, junto con su traducción «La última hoja del  Ulises», apropiación de la evocadora Molly conquistada ahora para los argentinos. Cuenta Borges que en los años 40 fue invitado a formar parte de una comisión de anglicistas para la traducción de la novela de Joyce, pero que, tras casi un año de encuentros semanales, la ingente tarea se vio interrumpida por la inesperada aparición de la versión de Salas Subirat (Saer 2004). La primera edición del  Ulises fue publicada en 1945 por la editorial bonaerense del andaluz Santiago Rueda bajo la dirección de Max Dickmann en tirada ordinaria de dos mil doscientos ejemplares y especial en dos volúmenes de veintiocho y de trescientos ejemplares, y su revisión fue reeditada sucesivamente en México por la editorial Diana y en Buenos Aires. Como paratextos complementarios, la edición incluía una «Nota del traductor» y una docena de notas a pie de página de tipo lingüístico en las que éste indica que el original está en español, o bien aclara algún significado o doble sentido no reflejado en su versión. Pese a existir desde 1976 una nueva traducción de la novela llevada a cabo por José María Valverde, la traducción argentina volvió a aparecer en 1991 en la doble lectura de texto e imágenes propuesta por Julián Ríos y Eduardo Arroyo con el título Ulises ilustrado (Barcelona, Círculo de Lectores). En 1996 la traducción de Salas Subirat fue reeditada una vez más, aunque en este caso con drásticas revisiones y profusas anotaciones a cargo de Eduardo Chamorro (Barcelona, Planeta). Según sus propios cálculos, Chamorro modificó la traducción original en un cincuenta por ciento, eliminando múltiples erratas y corrigiendo frecuentes descuidos, revisando aspectos estilísticos simplificados en la versión argentina, y borrando los localismos del habla porteña, amén de añadir un corpus de más de tres mil notas. No extraña, pues, el rechazo de la crítica argentina, ni sorprenden los calificativos –«masacre», «acto de piratería» y «vandalismo»– con que el escritor Juan José Saer (2004) se refiere a esta edición.

La complejidad de esta obra cumbre del siglo XX es notoria: se trata de una novela modernista de simbolismo épico en su estructura, inusitado desarrollo experimental y lenguaje revolucionario en su estilo, y gusto por el detalle naturalista en la descripción. Son particularmente difíciles para el traductor de  Ulysses los innovadores recursos narrativos y parodias discursivas; la especificidad estilística de cada episodio; las alusiones histórico-políticas y culturales; los juegos de palabras, leitmotivs y connotaciones; las múltiples variedades lingüísticas; y, finalmente, los neologismos y efectos poéticos de gran sonoridad. El traductor debe enfrentarse, en definitiva, a una prosa poética y polivalente en la que código y mensaje tienen la misma relevancia; según afirma Borges, «Cada vez que pensaba en  Ulysses, lo primero que acudía a mi mente no eran los  personajes [...], sino las palabras que los producían. Esto me llevó al convencimiento de que Joyce era ante todo poeta: forjaba poesía de la prosa» (Heaney & Kearney 1982: 72). En este sentido, tanto lo limitado de la obra literaria y periodística de Salas Subirat como lo práctico de su restante producción (textos sobre su profesión como agente de seguros, manuales de autoyuda…) ciertamente contrastan con la innegable exuberancia de su Ulises. En la «Nota del traductor», éste justifica la realización de su versión en español por el «deseo de leer atentamente» la obra de Joyce: «traducir es el modo más atento de leer» (Wilson 2010). Asimismo explica las dificultades idiomáticas encontradas, ejemplificando las estrategias traductoras para trasladar figuras retóricas y efectos fónicos de diversa índole, y destaca el paralelismo entre la simultaneidad narrativa y la verbal existente en la obra del irlandés. Por otra parte, en «Apuntes con motivo de la traducción de Ulises», publicados en Contrapunto también en 1945, expone brevemente aspectos muy básicos del proceso traductor:

Cuando se ha entendido realmente un original, no queda otro camino que dar elequivalente en el idioma al que se traduce. [...] Así, para traducir es necesario cumplir dos etapas. La primera consiste en lo que corrientemente se entiende por traducir: dar el significado de lo que dice el original en otro idioma. La segunda etapa impone escribir y adecentar lo que se ha traducido. (Bajarlía 1946: 56)


Pero con la novela de Joyce «ocurre a la inversa: la dificultad mayor se presenta en la primera etapa, durante la cual debe desentrañarse el sentido del original. Esto equivale a decir que  Ulises es un libro de ardua lectura en inglés» (Bajarlía 1946: 56). 

Según apostilla el colofón de la primera edición, Salas Subirat llevó a cabo la ciclópea empresa en cinco años; eso sí, con desigual resultado, como se desprende del análisis que sigue.

(...)



La traducción de Ulysses es una colosal tarea a la que Salas Subirat se enfrenta, según observa Jorge Luis Borges, con cierta ligereza: «Salas Subirat juzga que la empresa ‘no presenta serias dificultades’; yo la juzgo muy ardua, casi imposible» a causa principalmente de la perfección verbal que llega a alcanzar el texto de partida y de las insalvables diferencias entre el inglés y el español (Borges 1946: 49).  No obstante, pese a que las estrategias y técnicas traductoras empleadas no son todo lo creativas que el original demanda y pese a la «apabullante profusión de errores y erratas que desfigura cada una de sus páginas» (Gamerro 2006), hay que decir que son muchos los aciertos y felices hallazgos del Ulises de Salas Subirat. Aunque insuficiente, es, sin lugar a dudas, una traducción pionera y valiente, y sus logros, como indica Carlos Gamerro, «bien pueden calificarse de épicos» (Gamerro 2004). Gonzalo Torrente Ballester afirma que el texto de Salas Subirat cumplió con su misión, que era «dar a conocer de manera aproximativa un texto impar de traslación casi imposible» (Torrente Ballester 1997: 156). Y lo cierto es que ésta es la versión en la que la novela de Joyce se ha encarnado para el mundo hispánico, dando inicio a un fructífero diálogo entre el autor irlandés y varias generaciones de escritores tanto hispanoamericanos como españoles. La traducción de Salas Subirat ha tenido un protagonismo especial en Argentina; según Juan José Saer, el Ulises



aparecía todo el tiempo en las conversaciones, y sus inagotables hallazgos verbales se intercalaban en ellas sin necesidad de ser aclaradas: toda persona con veleidades de narrador que andaba entre los 18 y los 30 años [...] los conocía de memoria y los citaba. Muchos escritores de la generación de los cincuenta o de los sesenta aprendieron varios de sus recursos y de sus técnicas narrativas en esa traducción. La razón es muy simple: el río turbulento de la prosa joyceana, al ser traducido al castellano por un hombre de Buenos Aires, arrastraba consigo la materia viviente del habla que ningún otro autor —aparte quizá de Roberto Arlt— había sido capaz de utilizar con tanta inventiva, exactitud y libertad. La lección de ese trabajo es clarísima: la lengua de todos los días era la fuente de energía que fecundaba la más universal de las literaturas. (Saer 2004)


El Ulises argentino tuvo menor repercusión en España debido a que, conforme a las certeras palabras de Torrente Ballester, llegó «tarde y en mal momento. El oportuno hubiera sido de quince a veinte años atrás: quizá entonces hubiera podido ejercer una influencia saludable y orientadora, o, al menos, mostrarnos a los españoles lo que en el arte de la novela ya no se podía hacer» (Torrente Ballester 1997: 156). Pero «eran aquellos los años de la censura más intransigente, y la adquisición de un ejemplar suponía una serie de trámites tan desalentadores como ridículos, entre los que figuraba el compromiso de no prestárselo a nadie» (1997: 155).  Es por eso que Torrente Ballester concluye diciendo que «Las dificultades de difusión y las intrínsecas al texto explican sus escasos efectos en el público y su escaso conocimiento. La bibliografía suscitada en España, muy poca» (1997: 156).7 La situación cambió cosiderablemente a partir de los 60, década en la que era ya manifiesta la influencia de la novela de Joyce tanto en Hispanomérica como en España, debido en gran medida a la traducción de Salas Subirat. Aunque posteriormente se han publicado otras dos traducciones de Ulysses –la de José María Valverde en 1976 (Barcelona, Lumen; Premio Nacional de Traducción en 1978, revisada en 1989) y la conjunta de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns en 1999 (Madrid, Cátedra)–, la de José Salas Subirat ha sido la única existente durante treinta y un años y, aun sin llegar a ser brillante, es, de hecho, una de las traducciones más influyentes en las literaturas del mundo hispánico.



M. Ángeles Conde-Parrilla
Extraído de
Biblioteca Virtual Miguel Cervantes, 2012




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Biblioteca Virtual Miguel Cervantes


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