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APROXIMACIÓN AL QUIJOTE (Martín de Riquer)

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El nombre «Quijote».

Ocho días dice Cervantes que pasó el hidalgo manchego en imaginar el nombre que se pondría a sí mismo, y tras esta larga meditación decidió llamarse «don Quijote de la Mancha». Se antepone, pues, la partícula honorífica «don», que en aquel   , tiempo sólo podían usar personas de cierta categoría (el propio autor no tenía derecho a ella y jamás se le ocurrió llamarse «don» Miguel de Cervantes) y que era ocasión de burlas o de reprimendas cuando alguien, por presunción, se la ponía irregularmente. El nombre «Quijote» es también un acierto de comicidad, pues mantiene la raíz del apellido del hidalgo (Quijada o Quijano) y lo desfigura con el sufijo -ote, que en castellano siempre ha tenido un claro matiz ridículo (como se advierte en los consonantes de los versos que escribe el protagonista en Sierra Morena, en los que su nombre rima con «estricote», «pipote», «azote», «cogote», etc., 1, 26) ; y al propio tiempo «quijote» es el nombre de la pieza de la armadura que cubre el muslo (voz procedente del francés cuissot o del catalán cuixot, «muslera»). Pero en el espíritu del hidalgo manchego, al buscarse un nombre caballeresco, debió de influir también el del gran caballero artúrico Lanzarote del Lago, cuya historia estaba tan divulgada en España por libros y por romances; y en el espíritu de Cervantes debió de hacer mella el nombre burlesco del «hidalgo Camilote», que aparece en el libro de caballerías Primaleón y Polendos, punto que veremos más adelante. Y del mismo modo que los caballeros hacían seguir su nombre del de su patria (Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra), don Quijote lo completó con el de la suya: «de la Mancha».



Dulcinea del Toboso.

Finalmente, recordando don Quijote que todo caballero andante estaba enamorado de una dama a quien encomendarse en los trances peligrosos y a quien ofrecer los frutos de sus victorias, decidió hacer dama suya a una moza labradora «de muy buen parecer», llamada Aldonza Lorenzo, natural del cercano pueblecillo manchego del Toboso. Pero el nombre de esta mujer era de una vulgaridad intolerable, hasta el punto que corría el proverbio «A falta de moza, buena es Aldonza», y la protagonista de La lozana andaluza, obra celestinesca de Francisco Delicado, se llamaba así y se cambió el nombre por su anagrama Lozana. Don Quijote, que tiempo atrás había estado algo enamorado de Aldonza Lorenzo, aunque sin llegar a darle cuenta de sus sentimientos, al convertirla ahora en su «dama» le da el nombre de Dulcinea del Toboso. Ya veremos el sutil arte con que Cervantes trata a este personaje femenino, que jamás asoma a las páginas del Quijote.


Martín de Riquer
Aproximación al Quijote
Libros RTV Biblioteca Básica Salvat, 1969




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