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SOY UN MORLOCK (Junot Díaz)

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ÓSCAR TIENE CORAJE




El último año de la secundaria, Óscar se encontraba abotargado, dispéptico y, lo más curel de todo, absolutamente solo y sin novia.  Sus dos panas nerds, Al y Miggs, por el giro más enloquecido del destino habían logrado levantar un par de muchachas ese año.  Nada especial, feísimas en realidad pero jevas al fin.  Al había resuelto el problema en menlo Park.  Ella vino a mí, alardeaba, y cuando ella le informó, por supuesto después de tremenda mamada, que tenía una amiga que estaba desesperada por encontrar a alguien, al se llevó arrastrado a Miggs de su Atari para que viera una película con ellos y el resto, como dicen, es historia.  Antes del fin de semana ya Miggs estaba metiéndole mano a la masa también, y solo fue entonces que Óscar se enteró de lo que había pasado, mientras se preparaban para otra aventura "escalofriante" entre los Campeones y los Death-Dealing Destroyers (Óscar tuvo que guardar su famosa campaña de ¡Aftermath! porque nadie, salvo él, tenía ganas de jugar en las ruinas postapocalíticas de una América infectada con virus).  Al principio, después de oír  hbalar del doble golpe con las jevas, Óscar no dijo nada.  Solo le daba una y otra vuelta a sus D10.  Decía, Qué suerte la de ustedes.  Se moría cada vez que recordaba que no habían pensado en incluirlo en sus aventuras con las muchachas; odiaba a Al por invitar a Miggs y no a él y odiaba a Miggs por haber logrado levantar a una jeva, punto.  A Óscar le cabía en la cabeza que Al pudiera conseguirse una muchacha; en fin, Al (verdadero nombre: Alok) era uno de esos indios lindos y altos que nadie jamás hubiera confundido con un nerdoso enviciado con los juegos de rol.  Lo que le parecía nconcebible era que Miggs hubiera dado un palo con una mujer; lo asombraba y lo tenía enfermo de celos.  Óscar siempre había considerado a Miggs más monstruoso aún que él.  Estaba cubierto de acné, se reía como un retardado, tenía los dientes medio grises por culpa de una medicina que le habían dado de niño.  Dime, ¿tu novia es linda?, le preguntó a Miggs.  Este contestó: Bróder, tienes que verla, es bella.  Tremendas fokin tetas gigantescas, Al agregó.  Ese día la poca fe que Óscar tenía en el mundo se desmoronó como atacada por un SS-N-17.  cuando por fin no pudo aguanttar más, les preguntó, con cierto patetismo: Coño, ¿y estas muchachas no tienen amigas?



Al y Miggs se miraron uno al otro por encima de las páginas que describían sus roles.  Na, no lo creo, bróder...



Y ahí mismo se dio cuenta de algo de sus amigos que no había sabido (o, por lo menos no había querido admitir).  Ahí mismo tuvo una revelación que resonó por toda su gordura.  Supo que sus panas -los mismos jodidos que leían comics, jugaban a rol y estaban tan perdidos como él en cualquier deporte- se avergonzaban de él.



Le quitaron el andamio de debajo de los pies.  Terminó el juego temprano, los Exterminators encontraron inmediatamente la guarida de los Destroyers. Tremenda mierda, se quejó Al.  Después de despedirse de ellos, Óscar se encerró en su cuarto, se echó en la cama un par de horas, estupefacto, luego se levantó, se quitó la ropa en el baño, que ya no tenía que compartir porque su hermana estaba en Rutgers, y se examinó en el espejo.  ¡La grasa!  ¡Las millas de estrías en su cuerpo!  ¡La horripilante tumescencia de sus proporciones!  Parecía salido de un comic de Daniel Clowes. Recordaba al gordito negruzco de Palomar del comic de Beto Hernández.



Por tu madre, susurro.  Soy un morlock.



Al día sigueinte, en el desayuno, le preguntó a su mamá: ¿Soy feo?

Ella suspiró.  Bueno, hijo, a mí no te pareces.



¡Los padres dominicanos! ¡Qué joyas!



Se pasó ñuna semana entera mirándose en el espejo, dando vueltas, procesando, sin retroceder, y al final decidió ser como Roberto Durán: No más.  Fue a la barbería y Chucho le afeitó el afro puertorriqueño (Espérate un minutito, dijo el socio de Chucho, ¿ eres dominicano?).  Óscar se quitó el bigote y después los espejuelos; se compró lentes de contacto con el dinero que ganaba en el almacén de madera.  También trató de pulir un poco lo que quedaba de su dominicanidad para ver si se parecía un poco más a sus jactanciosos primos porque había comenzado a sospechar que la respuesta podría estar en la actitud hipervaronil latina de ellos.  Pero la pura verdad es que ya había pasado su momento, ya no era candidato para soluciones rápidas.  Cuando Al y Miggs lo volvieron a ver, llevaba tres días seguidos casi sin comer.  Miggs dijo: Bróder, ¿qué te pasa?



Na, cambios, Óscar contestó, haciéndose el misterioso.



¿Vas a salir en la carátula de un álbum o qué?



Óscar sacudió su cabeza solemnemente. Estoy empezando un nuevo ciclo de mi vida.



Oye eso.  Suena como si ya estuviera en la universidad.




Junot Díaz
La maravillosa vida breve
de Oscar Wao, 2008
(Traducción: Achy Obejas)



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La maravillosa vida breve de Oscar Wao
en Google books



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